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Publicado por: Salomón Villacrés
2 de agosto de 2011
Según el ensayo "Soberanía, poder y globalidad" del Dr. Xavier Garaicoa Ortiz, Msc..
Lo expuesto a continuación no refleja el pensamiento de Sageo Villacrés, y es meramente uno de los varios textos a los cuales estaba obligado a estudiar.
Rasgos y funciones del Estado
La consagración del poder adquiere en la sociedad moderna, un carácter político, distanciándolo y diferenciándose claramente de su base económica. La política se convierte en el escenario por antonomasia para la actuación de las clases sociales en su pugna por adueñarse del poder, por dirigir la sociedad y utilizar el aparato estatal a su favor.
Esta característica solo aparece con la formación de la sociedad burguesa que destruye la añeja estamentación en la cual se fundían los intereses económicos con los mecanismos extra-económicos (la religión, la costumbre y la fuerza). Federico Engels afirmaba al respecto: "Todas las necesidades de la sociedad civil -cualquiera que sea la clase que la gobierne en aquel momento- tienen que pasar por la voluntad del Estado, para cobrar vigencia general en forma de leyes... Lo que interesa conocer es el contenido de esa voluntad puramente formal -sea la del individuo o la del Estado- y saber de dónde proviene este contenido, porque es eso lo que precisamente se quiere y no otra cosa. Si nos detenemos a indagar esto, veremos que, en la historia moderna, la voluntad del Estado obedece, en general, a las necesidades variables de la sociedad civil, a la supremacía de tal o cual clase y, en última instancia, al desarrollo de las fuerzas productivas y de las condiciones de intercambio".
El rasgo esencial del Estado, por lo tanto, es el de ser un aparato de dominación clasista. Sin entender esta faceta determinante, no podríamos comprender los aspectos complementarios. La territorialidad, la supremacía y organicidad. Intentemos graficar estos rasgos.
La separación ya anotada del aparato estatal, su burocratización, y militarización a la par que su carácter elitista, constituyen el fundamento de la dominación clasista, la garantía de concentración del poder y de la capacidad de dirección sobre el conjunto de la sociedad. La soberanía se convierte así en supremacía y subordinación o apelando a una terminología militar, en mando y obediencia.
Ese aparto especial de represión y control como vemos, posee otros rasgos complementarios: una organización espacial que se extiende por un territorio definido, y que se subdivide en jurisdicciones; la una dependiente o centralizada y supeditada al centro gubernamental; la otra, autónoma, conformada por organismos locales y provinciales, cuya sujeción al poder se da por la vía presupuestaria, legal y administrativa.
El Estado ejerce supremacía sobre todos los organismos sociales y los ciudadanos, concentrando en sus manos la autoridad pública a la que se somete la colectividad, a través de las normas jurídicas y de sus órganos de poder. Las primeras tornan obligatorias sus disposiciones que se las reputan conocidas por todos y establecen sanciones por su incumplimiento.
Formalmente, el propio estado está autorregulado y restringido por ellas, aunque en los hechos, impone sus decisiones con una estructura jerárquica de leyes, reglamentos, decretos, acuerdos ministeriales e instructivos administrativos sujetos a la voluntad de una burocracia tecnocrática y a la orientación política que le imprimen los gobernantes para cumplir sus objetivos. Frente a esta intrincada maraña, ligada por mil nexos a los sectores dominantes (parentescos, amistad, patrocinio, favores, coimas, etc.), los sectores dominados se ven apabullados y constreñidos a aceptar como intangible e inamovible tal situación.
Pero, la actividad estatal no se circunscribe de ninguna manera al vasto y frondoso aparato de funcionarios a todo nivel y de fuerzas represoras. Un importante papel juegan el Derecho y la superestructura política-económica que conforman toda clase de organizaciones sociales. A través de ellos y del control de la conciencia social por ideas consonantes con sus intereses, imponen una hegemonía contradictoria que subsume percepciones, actividades y prácticas heterogéneas en las formas dominantes. Asociaciones de todo tipo: económicas (empresas, gremios patronales), políticas (partidos, movimientos), culturales, religiosas, educativas, de intereses (instrumentales o de expresión) forman una compleja trama "privada" y semipública especializada, fragmentaria y direccionalizada, que completa el aparato de dominación clasista.
Consecuentemente, de conformidad con los rasgos señalados, el Estado desarrolla las siguientes funciones: de integración, de expansión y económica. Ellas sirven para cumplir los requerimientos de desarrollo de la sociedad, y particularmente, los que se corresponden con los intereses de las clases dominantes.